LAS CUALIDADES DE JESSICA.
Jessica es la mujer perfecta. Es, o al menos se preocupa por serlo, lo suficientemente bella , lo suficientemente amable, lo suficiente y elegantemente culinaria (y me refiero a la comida , aunque muchos no objetarian sus otras cualidadades). Es, lo suficientemente inteligente para buscar un marido lo suficientemente sensato para considerar sus suficiencias , tomarlas , amasarlas y hacerla , finalmente , lo suficientemente feliz. Asi es según G. (omito nombres por razones que realmente desconozco pero que he seguido mucho tiempo) Jessica . Ella, la mujer perfecta con el mundo perfecto, con el tiempo y los espacios perfectos, con el bordado, la sonrisa y los dientes blancos no manchados por el cigarrillo. La que todo lo da , sin saber que no tiene nada y por eso no resiente la ausencia. Ella, la que se ha encargado que mi jefe sea lo suficientemente capaz de ver mis pechos lo suficientemente grandes como para no ser notados y como para ser una talla lo suficientemente difícil de conseguir, y entonces piense que no importe un comino que tan sufientemente bien hice mi trabajo. Gracias a esta maravillosa mujer las feminas, que por cierto la incluye, estamos condenadas, perdón , premiadas con la satisfacción de vivir en las orillas o solo por encimita. Lo que importa es lo de afuera estaria obligado a decir el absurdo de la frase inversa. NO hay mayor cualidad femenina que un cuerpo esculpido por horas y horas y horas y horas , y, ¿olvide decirlo? Horas, en un gimnasio carisimo lleno de feromonas prohibidas. No hay mayor gracia que un maquillaje que toma media mañana en lograr y ni que decir de los 10 centimetrós que nos separan del suelo y de la comodidad, ah benditos tacones, elegantes y majestuosos, finos delicados, apretados y dolorosos cual sílice. Quisiera gritar al mundo la satisfacción de durar 3 horas con un sujeto verborreico masajeandote la cabeza. EL placer que me da durar horas sonriendo y esperando ser la elegida para poder bailar esa canción que ensaye tanto en mis otras tantas horas de clase de baile. Y suspiro, me cubro con mi colcheta rosa con figuras de querubín extasiado, y procuro soñar con ese hombre lo suficientemente tonto como para pasar por un bosque de espinas con un dragón un tanto irritable y salvarme de las garras de un sueño salpicado por las gotas de mi impulso.